Enrique Iglesias, América Latina entre haberes y deberes

05/06/2015

Enrique Iglesias, uruguayo, es uno de los más prestigiosos economistas de América Latina. Se ha especializado en publicaciones y estudios sobre temas económicos, en especial, los vinculados al análisis de los problemas latinoamericanos y de la puesta en práctica de los programas de desarrollo. Hoy estamos con él para abarcar una serie de temas de importancia para la región. Su trayectoria dice mucho. Entre 1964 y 1967 fue miembro de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, ALALC, y la Alianza para el Progreso. En 1967 fue nombrado por el gobierno uruguayo presidente del Banco Central. Desde 1972 fue Secretario General de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPALC. En 1982 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación por su contribución al desarrollo de América Latina. Ocupó el cargo de ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno de Julio María Sanguinetti. En 1988 fue elegido presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. En mayo de 2005 fue designado Secretario General de las Cumbres Iberoamericanas, cargo que ejerció hasta hace muy poco. Iglesias llegó hasta La Haya para dar una visión sobre América Latina en el ministerio de Relaciones Exteriores de Holanda. En la sede de la embajada del Uruguay tuvimos la grata ocasión de conversar con él. Usted sabe que en general los periodistas somos mejores para el debe que para el haber. Que le parece si comenzamos con el haber. Un haber que yo pondría en la partida es que, cuando uno mira el mundo en su conjunto, ninguno de estos grandes problemas que hoy sacuden a la humanidad están presentes en América Latina. Al final, dentro de todo, es una región de paz. Tenemos nuestros propios problemas, pero ninguna de las grandes dificultades que se derivan de guerras de religiones o de terrorismo internacional se hacen presente en el subcontinente. Eso sí, tenemos nuestra propia violencia. Sacaría una conclusión, creo todos los problemas de América Latina están en el área de los soluble. Algunas de las cosas que veo en el mundo me cuesta creer que son solubles, por ahora. La otra cosa es en los últimos diez años hemos tenido un ciclo favorable, el de las materias primas. La entrada de China aumentó el precio de las commodities, lo que nos permitió hacer muchas cosas. Por de pronto se registró un aumento del producto interno bruto. Uruguay ya está en 16 mil dólares per cápita, yo me pongo a pensar, cuando empecé a trabajar, hace cincuenta años, que íbamos a tener 16 mil dólares. Todavía no me lo creo. Es solo para darle una idea. Mejoró el nivel ingresos, se modernizó el área, además aumentaron las clases medias y bajó la pobreza. La pobreza llegó estar en un 44% al principio de la década pasada; ahora bajó al 28%. Es una cifra significativa. La clase media que era de un 20- 23% hace diez años, hoy está en un 33-35%. Un hecho destacable: hay más gente en clase media que pobres en América Latina. En síntesis, se han hecho avances en lo económico, hoy tenemos un volumen muy alto de exportaciones, con muy buenos precios hasta hace pocos meses. Ahora la cosa empezó a cambiar. Administramos mejor la economía, con excepciones, porque hay países que no lo están haciendo todavía, pero en general hay una mayor capacidad de gestión económica. Crecimos. El índice de distribución del ingreso mejoró. Eso son los activos. Después vienen los pasivos. El debe está por varias partes. Primero, creo que nuestro modelo de crecimiento que nos puso muy contentos en esta última década, y a algunos demasiado contentos, porque apostaron a que se trataba del fin del esfuerzo y apenas es el principio. En el fondo fue fundamentalmente un crecimiento basado en el precio de materias primas y también por aporte interno. Pero claramente no hemos entrado en el riel de lo que es el crecimiento del futuro: la tecnología, la innovación y el conocimiento. Es una tarea pendiente. Quisiera insistir en este punto que usted menciona porque a lo menos tres organismos internacionales coinciden en señalar que no es solo deficiente el tipo de desarrollo latinoamericano, sino malo, y no ha variado lo que parece ser una condena a largo plazo, el de ser solo proveedor de materias primas. Es cierto. No es tampoco tan negativo. Le voy a decir, nosotros vendemos carne en Uruguay, pero un kilo que se vende hoy no es el mismo de hace 30 años. En esa carne hay un enorme componente tecnológico. Usted, hoy en día, con la trazabilidad, puede comer un churrasco aquí en Ámsterdam y saber, si es uruguayo, de qué vaca, quién es el dueño, cuándo nació la vaca…es decir, hay tecnología también. No todo ha sido extracción como hace cien años, hemos incorporado tecnología también en las materias primas. Argentina, Brasil, con la explotación espectacular de soja, los cubanos que hacen avances importantes en la biotecnología. Es verdad que son cosas puntuales, adosadas a ciertos productos, pero, poner la economía en su conjunto a crecer en función de incorporación de innovación y tecnología todavía es una deuda pendiente y es en eso en donde se han sumado los países que ahora están creciendo más. Tenemos que hacer lo que hacen ellos. Y es necesario al parecer, de forma urgente, que los gobiernos de América Latina tengan políticas anticíclicas. Es necesario. La tuvieron, cuando las crisis del 2007-2008 hicieron políticas anticíclicas que tenían margen fiscal. Hoy eso se ha acabado. Para luchar contra el tiempo que estamos viviendo los sistemas son mucho menores de lo que teníamos y en algunos casos no existen, lo que hace más difícil administrar este período de bajo crecimiento. Tenemos defensas en las reservas, eso ayuda, pero en materia fiscal no, por lo tanto hay que cuidad mucho el balance fiscal, una cierta frugalidad en cómo manejamos los recursos para realmente compensar la situación. No voy a ponerle apellido a la próxima consulta para no herir susceptibilidades, pero al parecer se ha ido generalizando en varios países importantes el tema de la corrupción. ¿Hubo antes mucha corrupción y solamente hoy se conoce y se denuncia o hay razones que explican esta corrupción de hoy? No sé si alguien le puede contestar con precisión su pregunta. Corrupción siempre ha habido. Creo que ahora se conoce más, es verdad, porque hay democracia y hay justicia. Las irregularidades afloran, se difunden y se castigan. Lo cual es importante. En todos los fenómenos de corrupción que estamos viendo la justicia está detrás, hecho que no es poca cosa, porque hubo corrupción en el pasado y no nos enteramos. Creo que con todo, la dimensión de la corrupción es mucho mayor, ha aumentado porque también han aumentado las posibilidades. El propio crecimiento de la economía, la inclusión de grandes proyectos, la gran fuente de corrupción parte de los contratos públicos y la búsqueda de mecanismos para evadir el cumplimiento de la ley. La riqueza crea tentaciones y oportunidades. Muy pocos países se salvan de estar preocupados por el tema. Yo debo decir, por hablar de mi país, que Uruguay es uno de ellos. Me siento orgulloso de que esas cosas no estén ocurriendo y ojalá no ocurran nunca. De todo lo que está pasando ahora vamos a salir mejor, porque pienso que la aparición de la justicia y la opinión pública ventilando los casos de corrupción van a posibilitar que las próximas etapas escaparán en alguna medida a esta tentación. No es un consuelo pero el costo político, social y económico que se está pagando ahora es muy fuerte y va a servir para tener una América Latina mejor en esta materia. Tenemos que tenerla, sino terminamos con el mundo y con la región. El otro tema grueso es el de la democracia. Hay países que tienen otra concepción de la democracia, con medidas autoritarias, con concentración del poder en pocas manos. Y me da la impresión que hoy es más difícil que los estadistas digan: ”lo que pasa es que convivimos en pluralidad en América Latina” Primero hemos extendido la democracia. La gente vota, participa. Esto es importante, la democracia formal cuenta. Se fueron las dictaduras. También es cierto que tenemos democracias que generan mejores instituciones. Pero la democracia tiene que legitimarse en lo social, tiene que mostrar que es capaz, a través de instrumentos democráticos de vencer la pobreza, de generar empleo, de dar trabajo a la gente joven. Todo eso está todavía en el proceso de construcción. La biodebilidad es la democracia en América Latina. Lo estamos viendo en el reeleccionismo, en la persistencia en el poder… pero en términos generales hoy tenemos mucha más democracia que tuvimos nunca. Yo, que soy mayor que usted, me acuerdo cuando no teníamos democracia. América Latina ha cambiado. El hecho que tengamos sistemas judiciales poniendo preso a líderes de partidos políticos, no era imaginable hace treinta años. Eso para no torturarnos demasiado, pero también para desafiarnos. Lo que tiene que hacer la región es avanzar en esa línea. Ahora, nosotros tenemos nuestro concepto de democracia, los países del Asia están ventilando factores adicionales, que dicen que son la clave del éxito. Lo dicen en el caso de democracias autoritarias, que a nosotros no nos sirven porque significa suprimir valores y libertades que no queremos sacrificar. Pero dicen algo que hay que oírlo: que para que las cosas funcionen tiene que haber meritocracia. En eso tienen un punto válido. Uno de los grandes éxitos de la democracia autoritaria china, para ponerlo en términos concretos, es que rige la meritocracia, que ya les viene de Confucio. El hecho es tener al frente de los gobiernos personas capacitadas, transparentes. Yo tomaría ese factor como útil para la reflexión. No me gusta lo autoritario porque tendríamos que sacrificar cosas en las que siempre hemos creído, como la libertad de prensa, el respeto a los derechos humanos, son valores centrales que tenemos. Ahora si usted me dice la meritocracia, ahí hay un punto. Es decir, un servicio civil responsable, capaz, con alta dosis de compromiso con lo social, con lo económico, eso es fundamental. Nuestras democracias, si de algo tienen que inspirarse de aquellas, es en ese aspecto. Entre los años 2000 y 2010 hubo en América Latina un millón de muertes por violencia y de las 50 ciudades más violentas del mundo, 41 son de América Latina. Creo que el caso de México es ejemplo de hasta dónde pueden llegar las cosas. Sé que usted es un persona optimista por naturaleza y eso me alegra muchísimo, pero a veces el pesimismo de cómo vamos a salir de esto. No tengo una respuesta clara para eso y comparto su preocupación. Se nos está instalando en América Latina un crimen organizado que usa la violencia como instrumento de acción. Partió del tema del narcotráfico y ahora está ascendiendo en su construcción institucional. Son movimientos que realmente compiten con el Estado. Muy grave. Es difícil hacer cosas, sí, pero es posible. Muchos de estos problemas se generan porque el narcotráfico campea y mientras no haya una política regional que incluya a los Estados Unidos para luchar contra este flagelo, va a ser muy difícil vencerlo. Cuando nosotros tenemos un país que vende todas las armas que quiere al narcotráfico en la frontera de México, me pregunto ¿dónde están las soluciones? Sé que ese país tiene su Constitución, sus principios, pero, evidentemente, hay que buscar una alternativa. Eso para empezar. Lo otro es que hay que pensar que tiene que haber colaboración de la sociedad. Las pocas experiencias que me tocó vivir desde el banco (BID) me mostraron lo importante que es que la fuerza pública sea considerada como un amigo de la sociedad y no como un controlador y a veces como un enemigo. El país donde más funciona la lucha contra el crimen realmente es en donde la fuerza pública es mirada con respeto y en donde el ciudadano se considera un colaborador y no una víctima como es a veces. Nos hemos pertrechado en la idea que lo resuelva la policía. Desde luego, pero con el apoyo de la gente. Y desgraciadamente la pobreza sigue siendo la cantera de donde sale… Y el desempleo. El fenómeno nefasto que es la violencia organizada genera empleo de la peor calidad y se convierte en una atracción para los jóvenes. Yo he sentido decir en países, “para qué voy a estudiar, si me enrolo en estos servicios gano tres veces más sin estudiar, haciéndoles el favorcito a los traficantes de droga”. Ahí hay un lio. Se ha inventado una máquina infernal, no estudio porque gano más plata sirviendo a la droga. Usted le ha dedicado una parte significativa de su vida al tema de la integración. En esta coyuntura, no le parece que hay una fragmentación de la integración. Hay una tendencia peligrosa a la fragmentación, a nivel mundial para empezar. Todos los que soñamos en el mercado de libre comercio, la Ronda Uruguay que nació en mi país, fue el inicio de un sueño grande, que podíamos tener mercados libres, con oportunidades abiertas para todo el mundo, particularmente para los países que empezamos a entrar fuertemente en el mercado internacional. Desgraciadamente esto no está funcionando, la OMC no encuentra el apoyo, sobre todo de las naciones grandes. Eso hace que tengamos hoy un estancamiento de aquel ideal. En paralelo, influido por la geopolítica aparecen tendencias a agrupar esfuerzos. Vea a Estados Unidos con Europa, el Tratado del Atlántico Norte, en donde está el 50% del producto del mundo y más menos el 40% del comercio mundial. Vea el Tratado del Pacífico. Vea los países de la ASEAN. Es decir, hay una tendencia peligrosa a fragmentar aquello que queremos ver como una unidad. En esa fragmentación seguramente a nosotros nos va ir peor. La única manera de hacerle frente es que nosotros mismos nos ubiquemos inteligentemente, como empezamos a hacer ya en el año 59, pero que nunca fue en serio. América Latina nunca se tomó la integración como un compromiso firme. Siempre fue algo adjetivo. No ha habido un ideal que nos llevara adelante, que dijera, esto nos importa. Tenemos ocho trillones de dólares de producto en la región, en este momento. ¡Cómo no vamos a hacer cosas juntos! Y solamente tenemos el 19% del comercio dentro de la región. Si algún fracaso yo le puedo decir en lo personal, es ese. En el 59 soñamos todos en Montevideo, cuando se crea la ALALC, que iba a ser una solución. No lo fue. En el fondo nunca los gobiernos se tomaron en serio el tema, sino con retórica, con demagogia, con declaraciones muy bonitas, pero que no llevaban al piso de lo necesario. Sabe ¿quién se enteró que esto era importante? Las empresas. Hoy hay 500 empresas multilatinas. Chilenos que invierten en Brasil, en México. Mexicanos en Argentina, etc. Si el empresario descubre que es bueno trabajar en la región, por qué no podemos hacerlo políticamente para darle un marco más eficaz al que tenemos. Yo no sé porque, pero es así.

 

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